sábado, 27 de enero de 2018

Un puñado de letras

Solo por un instante se perciben aromas... aromas que rompen piel y dientes. Siluetas de razones molestan al pobre indigente. Su estómago es un vacío, un hueco putrefacto y en su puño existen unas letras envueltas en un papel descolorido. Sus pasos se arrastran débilmente hasta la cuneta de la señora Carmela, ella cree que va por comida , pero no,...él va por sus tetas , esas grandes tetas, lo único que puede apreciar sin ser echado a patadas cuando roba algún pan de frutas.
Ella le sirve en cualquier plato plástico, se agacha, le brinda en ritos misericorde.
Pobre viejo... pobre puñado de letras envueltas en un papel.
No se conoce la verdad escrita, una verdad, que solo a él le importa... Una pequeña verdad. Se marcha ya probó lo suficiente... esas tetas hoy estuvieron cubiertas, con ver su tamaño se dio por servido.
Regresa al inicio, a su cama ambulante escondida tras el basurero principal de la calle transversal de la angustia; angustias que ya no duelen pero que ahí siguen ... angustia por nombre ... pero en el fondo son pasibles como la "NADA" (porque no perturba a otros).
A nadie le extraña la mirada desgastada y perdida del viejo inmundo.
Hombre que fue historia; historia de arapos y mujeres abandonadas. Hombre-historia de atardeceres que resuenan ventilando aromas-dolores hasta el vientre, cuando alguien menciona: POBRE VIEJO.
Palabras envueltas y arrugadas indescifrables que jamás serán leídas , porque su autor a preferido tragárselas con un poco de cerveza caliente, tirada en algún rincón de la vía.
Se va el hombre llevando su NADA , ya no estará el arrastrado apestoso que se deleita con las tetas de la doña Carmela.´
Delia Pin Lavayen.

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